Las dos escenas.
La obra implica al menos dos escenas: aquella del autor que representó sus ideas por medio de la escritura, y aquella en la que nosotros intervenimos en la lectura para interrogarla e incorporarla o rechazarla. Es un proceso de transformación constante en el que ni nosotros somos los mismos luego de haber atravesado la obra de un autor, ni la obra es la misma luego de que nosotros la hemos intervenido con la lectura y el diálogo con el autor.
Ese proceso de transformación constante es posible incluso aunque leamos y releamos una y otra vez un solo libro en nuestra vida. Si hay un resultado maravilloso del acto de la escritura y del acto de la lectura es esta transformación y cómo nosotros estamos implicados en ella con el autor, a pesar de la ausencia física de este.
Sujeto (escritor) → Objeto (libro) ← Sujeto (lector)
La lectura como un diálogo con el autor.
La lectura es una actividad en la que más allá de simplemente incorporar o acumular un saber, lo importante es entablar un diálogo con el autor. Esto implica no dar por absoluta la propuesta que el autor está haciendo, sino interrogarlo, cuestionar sus ideas, desmenuzar sus argumentos y luego construir nuestras propias conclusiones.
Si bien este puede ser un trato algo injusto, ya que un libro no puede defenderse, es lo más cercano que podemos estar de entablar un diálogo con el autor cuando la posibilidad de hacerlo en persona escapa de nuestras manos por las limitaciones de tiempo o espacio (incluido en esto el caso de que el autor haya muerto ya).
De lo que se trata, creo, es de reconocernos a nosotros mismos en ese diálogo con el autor, de vernos a nosotros mismos transformándonos conforme digerimos sus ideas, haciéndonos preguntas y siguiendo las distintas líneas que vayan convocando nuestro deseo en esa lectura.
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