Pero Cómodo no era Hércules reencarnado, sino un simple mortal (como comprobó el gladiador que le asesinó ahogándole en la bañera). La razón por la cual las armas de sus enemigos se partían ante el impacto de su espada era bastante mundana: eran espadas de plomo, duras a la vista, pero frágiles y dúctiles ante cualquier embestida de un arma real.
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