De repente aparece un jovencito lenguaraz y desvergonzado que dice ser hermoso, habla con rapidez, precisión y contundencia, justo igual que como boxea, y que no solamente pide respeto, lo exige a viva voz. Y encima resulta que todo lo hace envuelto en ese halo que rodea a los elegidos para la gloria y les confiere un carisma que hace que estés de su parte antes de que digan una palabra.
Y no pedía perdón por existir ni por ser negro, no. Se mostraba seguro de sí mismo y convencido de que su color de piel era una parte importantísima de su encanto. Era negro, hermoso, inteligente, rápido y fuerte. Era el mejor, el más grande y no iba a pedir perdón por ello, no. Iba a exigir que se le mostrase el respeto que merecía.
<<¿Oíste, George? Tienes que mostrarme respeto. Inclínate ante mí>>. La mano izquierda de Ali sigue intentando bajar la cabeza de Foreman hasta que suena la campana.