SEGUNDO ASALTO. En el alambre
Ali era el adalid de tantas causas nobles que pareciera imposible perder, pero algo no va bien. Nada más empezar el segundo asalto el campeón mantiene a Ali contra las cuerdas bajo una infinita lluvia de golpes. Ali solamente puede aguantar la brutal acometida e interrumpirla ocasionalmente, bien abrazando a su contrincante, bien lanzando rápidas combinaciones que no parecen afectar a Foreman, que rápidamente vuelve a castigarle contra las cuerdas.
Encima aprovecha esos parones para gritarle todo tipo de improperios a su rival, cabrearlo y espolearlo aún más. Una nueva lluvia de golpes y Ali no puede sino aguantar. Los puñetazos son cada vez más fuertes y ya podrían derribar paredes. Ali se pasó meses presumiendo de que Foreman ni siquiera iba a poder tocarle y parece que otra vez la bocaza de Ali extendió cheques que su cuerpo no podía pagar. Es solo cuestión de tiempo que la potente zurda de George Foreman, en representación de toda la mediocre ranciedad del mundo, lance a la lona a la esperanza y la belleza que representa Ali.